Los asesinos del cómic. ¿Quiénes somos?

Los asesinos del cómic. ¿Quiénes somos?

19 de septiembre de 2020

Los asesinos del cómic son:
- Iván José Mejías Gombao.
- Víctor Manuel Pérez Torres.

Contacto: hello@losasesinosdelcomic.com
RRSS: https://www.instagram.com/losasesinosdelcomic/

Para descubrir a "Los asesinos del cómic", tenemos que remontarnos a la convulsa década de los 90 en la capital de España, cuando dos impresionables adolescentes criados al biberón de la edad de bronce del cómic y cine palomitero del que no se olvida, decidieron unir sus fuerzas para… Bueno, para hacer lo humanamente posible en este difícil mundo de las ideas.

Tras alguna escaramuza que otra y muchos comics de Spiderman “devorados”, empezaron a salir los primeros proyectos, entre los que se incluían: Juegos de mesa, algún que otro amago de programa de ordenador escrito en BASIC, y una innumerable y desproporcionada cantidad de dibujos e ideas que servían para imaginar realidades paralelas en las que todo era mucho más interesante. Ahondemos en la idea de que eran unos maravillosos años en los que la imaginación podía volar al ritmo de la última película de Indiana Jones, de la mejor aventura gráfica de la historia — “The secret of Monkey Island”, evidentemente — y, en general, de todos y cada uno de los estímulos audiovisuales que estuvieran al alcance de la mano.

Imbuyéndonos de friquismo mientras buscábamos comprar un barco en Stan's

Con la evolución de los meses, llegan los primeros comics, las primeras historias y los primeros personajes. Todo parece ir viento en popa, pero ocurre algo que hace que la fructífera “sociedad” sufra un varapalo importante: En la era pre-Internet, uno de "los asesinos del cómic" cambia de residencia, y no precisamente cerca. Esto, lejos de destruir todo lo construido, activa un resorte de productividad que consigue el primer hito realmente reseñable: Hacer un cómic de cuarenta páginas en tan solo una semana, el tiempo del que se disponía antes de la forzosa separación.

El hecho se convierte en el punto de inflexión que este proyecto necesitaba. A raíz de ello y durante los siguientes años, por medio de las precarias vías de comunicación de la época, varias ideas fluyen en ambos sentidos, y los envíos postales con guiones, dibujos e historias se convierten en algo habitual. Evidentemente no se puede trabajar al ritmo deseado, pero sin duda se llega a tener una buena producción de obras, dadas las circunstancias, y poco a poco se va evolucionando en la calidad de las mismas. La situación se sostiene en el tiempo hasta que aparece el enemigo más infame de todos a los que esta sociedad se ha enfrentado nunca: La vida.

Tras años de mantener funcionando el laboratorio de ideas, los asesinos del cómic adolescentes han dejado de serlo hace tiempo y otras responsabilidades comienzan a asomarse en su puerta. Aún sigue sin llegar Internet tal y como lo conocemos hoy, la idea de una publicación es una quimera  reservada a los que hasta se han atrevido — Oh, Dios — a pisar una editorial. Aquellas creaciones empiezan a rellenar el fondo de uno o varios cajones donde reposan las ilusiones y el cariño que hubo puesto en ellas. Evidentemente no es algo agradable, pero es asumible que quinientos kilómetros de distancia y años de producir para que todo quede en disfrutar de una auto-lectura de lo creado, terminen pasando su factura correspondiente.

Pero, hete aquí que más de una década después, cuando aquellos jóvenes emprendedores son ahora respetables miembros de nuestra sociedad (siempre manteniendo en secreto su identidad de "los asesinos del cómic"), de repente surge la chispa. El contacto nunca se ha perdido, por exiguo que fuese, y sólo se necesita cruzar un par de frases para que de pronto los planetas se alineen de nuevo. Ya no hay tanta juventud, pero gracias a Dios, las ideas no han seguido el mismo camino que la densidad capilar y continúan ahí dentro, bullendo, intactas… Es el momento de abrir el cajón, repasar lo que hay dentro de él, convenir que quizá había calidad de verdad y no todo se debía a la turbada mirada de dos adolescentes. Por fin, Internet ha llegado como debe y ahora todo es mucho más fácil. La comunicación, los envíos, la producción y la difusión es algo al alcance de la mano, y quizá es el momento de no dejar pasar una segunda oportunidad, de no ver otro tren volver a perderse en el horizonte.

Siempre hubo tiempo en todo este período para las ideas...

Y, de pronto, todo toma sentido mucho más fácilmente de lo que cabría esperar. Se acaba lo que estaba a medias; se completa lo que necesitaba un final; se corrigen los errores y se da forma a algo que creemos desde el fondo del alma que no merece perderse en la oscuridad de un trastero. Arrancamos una nueva etapa “de verdad”, en la que queremos dar a nuestra obra la oportunidad de que, al menos, un solo lector pueda disfrutarla. Y aquí la tenéis para todos vosotr@s. Con esa mezcla extraña de una idea engendrada hace veinte años y finalizada en esta época. Sin filtros y con el control creativo total de sus autores, porque lo bueno que tiene no haberse atrevido a pisar ninguna editorial es que todo lo que hay es exactamente lo que queremos que haya, lo que ideamos, lo que quisimos transmitir y, también, lo que sabemos y podemos dar. Por eso, esperando que sea suficiente, os animamos a disfrutar todo lo posible de este universo bicéfalo nacido en aquellos años en que intentabas fabricar tela de araña con hilo de coser, y que ahora ha sido completado en nuestro tiempo… Ojalá lo hagáis.

Más vale tarde que nunca…